El gobierno no perdió. A partir de ahí, todas las lecturas son posibles.

En las últimas PASO el Frente para la Victoria mejoró en 0,6 puntos a nivel nacional su performance electoral en relación a 2009. Esto le va a permitir aumentar, de mantenerse este escenario en Octubre, la cantidad de bancas en diputados de 34 a 39. Suficiente para compensar la pérdida de aliados, asegurar la mayoría, no poner en riesgo la gobernabilidad y hacer lo que se le canten las bolas hasta el 2015.

(Fuente: La Ciencia Maldita)

El oficialismo asegura su posición como primera fuerza nacional. También valida su condición de única estructura política en condiciones de disputar a lo largo de todo el país, en cada distrito. Aun así no puede conjurar el clima de fin de ciclo, que se ha instalado en los propios y en los ajenos.

Comparada con la de 2009 los resultados de la actual legislativa son magros. El FpV sacó el mismo número pero, como afirma @queruzo, en 2009 el contexto era de contracción económica (-3% del PBI) y crisis política y el oficialismo no contaba con una herramienta de tracción poderosísima como es la AUH. Ninguno de esos tres elementos están presentes hoy.

Sin poner a jugar el pico del 54% del 2011, entre esos números y estos existe un prolongado derrotero de tristeza. El kirchnerismo concatenó puntillosamente en los últimos dos años un hermoso rosario de errores.

Durante el bajo kirchnerismo (2003-2007), la agenda política subsumió a la agenda económica, cuya hegemonía en la dinámica social había provocado la debacle del 2001. En el alto kirchnerismo (2011-2013), en cambio, la agenda microclimática aplastó a la agenda política.

Ese aplastamiento no se dio como una invisibilización, sino como una ridiculización de la sensibilidad social. Y este canto lo sabemos de memoria. La inseguridad es una sensación, la inflación es el alegre indicador del desarrollo económico y los controles a la compra de dólares son la cipaya conciencia berreta del mediopelo nacional.

La consolidación de la etapa superior de la década ganada, el cristinismo eternista, le fue otorgando progresivamente al ex movimiento su actual tinte endogámico. Hubo dos procesos: uno de quiebre y otro de reemplazo.

El neo-kirchnerismo, chetista y blanco, rompió su capacidad de trazar puentes con el poder territorial, quebrando la alianza histórica y estratégica con el sindicalismo y enturbiando las relaciones con los poderes provinciales y municipales bajo una lógica pedorra de filiación basada en el amor a la superestructura. Por otro lado, intentó reemplazar esas formas clásicas de representación con la construcción de un mapa de medios de comunicación inocuos que nadie mira ni lee ni escucha, y con el apuntalamiento de la militancia, Unidos y Organizados, cuya idea de territorialidad –el “trabajo en los barrios” y la fiscalización de mesas en los comicios– es tan alegre como banal.

Esto redundó en resultados esperables. Siguiendo nuevamente el buen post de La Ciencia Maldita, el kirchnerismo “se hizo débil allí donde es más fuerte, y algo más fuerte allí donde es más débil.” La política de seducción cultural lo hizo crecer en los centros urbanos, habitados por los resentidos y los naranjas, y lo hizo menguar en las áreas suburbanas.

(Fuente: La Ciencia Maldita)

Artemio López en un buen post titulado “Predominio parlamentario con pérdida de votos en sectores populares” y consignó “una caída de cuatro puntos promedio en el conurbano general y de seis puntos en el cordón segundo, el más vulnerable en un contexto socioeconómico incomparablemente mejorado.”

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(Fuente: @queruzo)

Como agente dinamizador y clave de la lucha por la imposición de visiones del mundo, el kirchnerismo, tal como lo conocíamos, parecería haber entrado en loop, colonizado por sus minorías intensas. De esta colonización se dio la inversión de las prioridades históricas del sistema, que pasó de aspirar a la construcción de grandes identidades nacionales a través del consumo a pretender consolidar pequeñas identidades de nicho a través de la ampliación de derechos civiles. Eso que Martín Rodríguez, en el mejor post que leí sobre el tema, llamó el “exceso cultural”.

Lo que quedó en el medio, hecho girones, no fue la vida de Néstor Kirchner, sino la capacidad del Frente para la Victoria de construir mayorías.

El kirchnerismo no murió. Solo entró en un delicado proceso de transición en el que seguramente habrá fuego, sangre y lluvia de cristales. Con suerte, al cabo de todo esto, veremos surgir del humo y el caos a Daniel Scioli con un rifle de asalto en el lugar de la prótesis.

(Este artículo es una versión ampliada de la columna que será publicada en la revista Brando de Septiembre)