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La historia es simple pero hay que desplegarla con cuidado. El 22 de septiembre pasado el velero escuela La Sanmartiniana, propiedad de la Fundación Interactiva para promover la Cultura del Agua (FIPCA), volvía al continente desde la Isla de los Estados y se encontró con una tormenta. El capitán Javier Vázquez declaró el estado de emergencia y un buque pesquero que estaba en la zona llegó al rescate. Al otro día, la tripulación de La Sanmartiniana, muy castigada por la tormenta, decidió pasar al pesquero. Esa noche, el cable que unía ambas embarcaciones se cortó. La Sanmartiniana quedó así a la deriva, mientras la tripulación estaba a salvo, de regreso a puerto. Cuando la noticia se supo, Julio Urien, el presidente de la FIPCA, que no estaba embarcado, comenzó a trabajar para intentar la recuperación del velero. La noche del miércoles 7 de octubre se supo que los ingleses había hallado el velero. El mar Atlántico argentino no es una zona fácil para navegar y este tipo de acciones de rescate son usuales. Sin embargo, quedan algunas dudas sobre lo que pasó. La más importante ¿por qué el capitán abandonó el barco?

Al mismo tiempo, la situación no deja de ser irónica. La Sanmartiniana navegaba para promover la cultura del mar, afianzando así nuestra soberanía marítima, y termina en manos de los ingleses que con su terca ocupación de Malvinas y las otras islas del Atlántico Sur sostienen una posición de abuso colonial. Podría ser tranquilamente un cuento de César Aira o el principio de una novela de Rubén Mira. Sin embargo, lo más conspicuo de la historia pasó en los medios gráficos argentinos.

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Cuando la noticia se conoció en Buenos Aires, importó mucho menos la integridad de física de los marinos, el destino de La Sanmartiniana, los problemas diplomáticos que podía traer el incidente, o incluso la posibilidades de diálogo con los isleños… En vez de cerrar filas y defender un barco y una tripulación de bandera argentina, se hizo lo contrario. ¿Qué fue lo que se dijo? Clarín descargó, una vez más, toda su fuerza contra La Cámpora instalando que el velero pertenecía a esa agrupación. ¿En qué se basaba? La Sanmartiniana había hecho navegaciones educativas con algunos de sus militantes y existían fotos del barco con banderas de la agrupación.

Digámoslo con todas las letras: la única bandera de La Sanmartiniana es la bandera argentina y pertenece a la Fundación Interactiva para promover la Cultura del Agua cuyo presidente es Julio Urien. La Fundación emitió un comunicado aclarándolo. Sin embargo, Clarín esperó al naufragio para regodearse y hablar con siniestra alegría de «El barco de la Cámpora.» Doble problema para la FIPCA: perder el velero y en el mismo acto quedar afiliada a un agrupación política de alto perfil. Los titulares aparecieron de manera obsesiva: “En Malvinas afirman haber encontrado abandonado el barco de La Cámpora”, “El barco de La Cámpora está en Malvinas y nadie lo reclama”, “Primeras imágenes del velero de La Cámpora en un puerto de las Malvinas”. Los otros medio gráficos copiaron este estilo o fueron un poco menos enfáticos.

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La cuestión partidaria aparece cuando La Nación, que fue más respetuoso que Clarín, publicó una nota titulada “El naufragio de un velero militante” y puso en su copete que “zarpó de Ushuaia para difundir idearios marinos y kirchneristas.” ¿La palabra “idearios” encierra el temor de La Nación a publicar la palabra “ideales”? También resulta un error grave confundir la reivindicación nacional del mar con un tema kirchnerista. Nicolás Casesse, autor de la nota, afirma que la Fundación Interactiva para promover la Cultura del Agua es una “organización militante kirchnerista.” Y luego agrega que el objetivo de La Sanmartiniana era “ir atracando en los puertos del litoral argentino para concientizar acerca de la cultura marítima, hacer navegaciones inclusivas y difundir el ideario de la izquierda nacionalista y peronista.” El enunciado es tan estrambótico que parece de Bombita Rodriguez.

En medio de la confusión y el equívoco forzado, hubo un comentario que merece su aparte. El crítico de cine Gustavo Noriega opinó desde Twitter sobre el tema. Después de poner un link a un video de YouTube que se titula “Reunión preparatoria del viaje al sur de La Sanmartiniana”, apostrofó: “Nos gobiernan estos retrasados mentales. Imperdible.” ¿Nos gobierna La Cámpora? ¿Nos gobierna la tripulación de La Sanmartiniana? Afectado por el vértigo de las analogías, Noriega comenta luego: “Algunos incluso se hicieron una lobotomía preventivamente.”

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Conozco a Noriega y no hay nada más improcedente que juzgar a un hombre por una intervención en Twitter. Sin embargo, lo suyo funciona como una sinécdoque gorila. Hombre inteligente, sensible, trabajador, politizado antes que político, su indignación lo lleva enseguida al insulto. De ahí lo que sigue es una larga ristra de emociones violentas contra La Cámpora, contra los marineros de La Sanmartiniana, contra la Yegua, contra la letra K, contra el gobierno, larguísimo etcétera. ¿Me quejo contra el fantasma del comentador de La Nación? Es posible.

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Sin embargo, la confrontación me parece inevitable y hasta deseable. Los que llaman al diálogo como si ese fuera el eje salvador de la política se equivocan. Los que denuncian la falta de diálogo lo que en realidad confirman es su periferia del poder central y la impotencia que esto les genera. La política se hace en el disenso, en la discusión, en la toma de posiciones. Por eso celebro la franqueza de Gustavo Noriega y sus seguidores de Twitter.

Un comunicado de La Cámpora dijo que La Sanmartiniana no pertenecía a la agrupación y señaló que Clarín obraba “con saña.” El título de ese comunicado dice: “Clarín: no es una broma, es saña.” Cito del texto: “En resumen, el barco no pertenece a La Cámpora ni a ninguno de sus integrantes y esto Clarín lo sabe, pero insiste con la mentira como herramienta de difamación.”

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La malsana obsesión de Clarín con el kirchnerismo y la del kirchnerismo con Clarín ya cansa un poco. La orga contra la corpo. La corpo contra la orga. Una idiotez arrebatada al cuadrado. Sin embargo, en este caso hay un tope al espiral neurótico del bla bla bla.

No veo saña en la reacción de Clarín. Más bien se trata de un accionar político. Lo sintomático es que se trata de una política hecha por sobre los intereses argentinos. Dicho rápido, para atacar a La Cámpora sirve todo, incluso denigrar el trabajo en nuestros mares y la defensa de la soberanía. Ahí hay un diferencia, el peronismo es nacionalista, tiene un límite. Juega con las herramientas de la política, que pueden ser duras e incluso innobles, pero conoce los peligros de aceptar posiciones de alianza con potencias extranjeras. Mientras tanto Clarín es capaz de festejar a los británicos con tal de atacar al gobierno. Mi postura puede ser ingenua pero está sostenida con un ideal firme.

Tenemos que habitar el mar argentino, ignorado desde siempre. La soberanía se construye así, trabajando, viajando, corriendo riesgos. El futuro de los argentinos está en el mar. Y el mar ya es en sí mismo un tema político. Lo viene siendo por el reclamo soberano que afecta a las Islas Malvinas, lo es por la permanencia antártica continuada desde principios de siglo XX y lo va a ser porque los recursos del futuro van a salir de ahí. Por todo esto la relación entre el Estado, la política, la soberanía y el mar merece una discusión esforzada, que vaya más allá de los siempre sensibles intereses partidarios y los comprensibles pero cuestionables y muchas veces espurios intereses personales.

El martes 13 de octubre, el gobierno argentino declaró con la resolución 872/2015 “ilegales” y “clandestinas” las actividades hidrocarburíferas desarrolladas dentro de nuestra plataforma continental, en una zona próxima a las Islas Malvinas. Quizás el naufragio de La Sanmartiniana sea una buena excusa para reavivar el debate por nuestra soberanía y el uso de nuestros recursos. No era otra la misión de ese velero y sus tripulantes.///PACO