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María Gabriela me pide, como condición para responder las preguntas de esta entrevista, que no publiquemos su apellido. ¿Por qué? “Me da vergüenza y sé muy bien cómo funcionan las redes, me dedico a estudiarlas” me dice enseguida. María Gabriela nació en 1988, es docente, investigadora y licenciada en comunicación por la UBA. Hace unos años participó de un grupo de estudio sobre cuerpo y género, y se propuso trabajar las versiones amateur de la pornografía. Hoy escribe su tesis de doctorado sobre el dicking, una práctica mucho más común de lo que parece.

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Las representaciones fálicas acompañan al hombre y a la mujer desde siempre. Desde el culto a Priápo y la fertilidad hasta los dibujos de genitales masculinos en las paredes y en los baños contemporáneos.

¿Cómo llegaste a este tema?

Fue de a poco. Yo ya me había recibido y leía la revista Artefacto, seguía mucho a Cristian Ferrer, que es uno de los mejores docentes que tuve, y me gusta lo que escriben Claudia Kozak y Daniel Mundo, que al final me ayudó a terminar de decidirme. Empecé a leer sobre los porno estudies. Hay mucho sobre pornografía, y en general la pornografía tiende a lo monótono, así que, cuando me decidí a hacer el doctorado, se me ocurrió que este tema se podía desarrollar. Era algo que me había pasado y me había resultado curioso. Una vez lo conté en un grupo de estudio y todos nos reíamos y yo pensé “bueno, esto es diferente.” A las chicas del grupo les había pasado y me dijeron que yo tenía que hacer mi tesis sobre eso. Por ahí me lo decían en broma, pero yo me lo tomé en serio.

¿Cuál es el tema en sí?

Mi objeto de estudio es el dicking, o también dick picking, o la práctica de los hombres que se sacan fotos de sus miembros y se las mandan a mujeres por los mensajes privados de las redes sociales.

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Una vez lo conté en un grupo de estudio y todos nos reíamos y yo pensé “bueno, esto es diferente”.

¿Por qué elegiste ese tema?

Bueno, ya venía trabajando sobre pornografía femenina, o sea consumida por mujeres, y al principio pensé que se trataba de una versión digital del exhibicionismo, una versión web del tipo con el piloto que se para en una esquina, o el que saca el pito en el subte vacío o en el colectivo y te lo muestra. Después me di cuenta de que había algo de eso pero, en realidad, era más bien como una consecuencia de los usos pornográficos de Internet.

En tu tesis hacés una historización del símbolo fálico.

Sí, al principio, como una introducción. Es algo que ya tengo y que es simple de hacer. Las representaciones fálicas acompañan al hombre y a la mujer desde siempre. Desde el culto a Priápo y la fertilidad hasta los dibujos de genitales masculinos en las paredes y en los baños contemporáneos, desde Roma y Grecia hasta los varones dibujando pijas en el pizarrón y en los bancos del colegio. Hace poco la marca Lego tuvo que cerrar su sitio web porque la gente entraba y construía grandes penes virtuales. El miembro masculino no es una figura menor en la iconografía universal.

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En mi trabajo de campo, que es donde empieza mi investigación, el dicking no seducía. A mí no me excitaba que me mandaran un pito de madrugada, sacado con flash, separado de su cuerpo.

¿El dincking funciona como acto de seducción?

Al principio yo pensaba que no, pese a que la intención del que se exhibe siempre es esa, ser aceptado, generar deseo, seducir. En mi trabajo de campo, que es donde empieza mi investigación, el dicking no seducía. A mí no me excitaba que me mandaran un pito de madrugada, sacado con flash, separado de su cuerpo. Me generaba sorpresa, un poco de risa, vergüenza, pero no excitación, igual que me pasaba, en parte, con los exhibicionistas del colectivo o la plaza. Las mujeres con las que hablé compartían esa sensación. Pero después me fui dando cuenta de que hay una barrera que se cruza y al descartarse la violencia o el miedo que puede producir esa acción, las mujeres se muestran interesadas. Lo que las interesa es el riesgo, la falta de pudor. No el pito en sí, sino la acción de sacarse fotos.

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Me fui dando cuenta de que hay una barrera que se cruza y al descartarse la violencia o el miedo que puede producir esa acción, las mujeres se muestran interesadas.

¿Qué conclusiones sacás de ese proceso?

Bueno las tesis no está terminada, pero el hombre que practica el dicking está vulnerando su intimidad, reduciendo su cuerpo, evitando el lenguaje, que es donde verdaderamente siempre se da la seducción y sobre todo a lo que el hombre moderno siempre apuesta. El hombre que hace dicking ¿se rebaja a objeto por la mujer? ¿Es una lógica sacrificial? Eso sería algo nuevo, al menos en forma de práctica seudomasiva. Hay toda una gama muy amplia de teorías interpretativas que no me convencen. Que el hombre le pasa el poder a la mujer, que se trata de un pacto de confianza, que se trata de una violación simbólica… Creo que las cosas son más simples y mecánicas. Creo que hoy no hay pudor sobre el cuerpo femenino que aparece expuesto en todos los medios de comunicación. Desde una propaganda de cremas Hinds hasta la pornografía de Internet. Esto es lo interesante. Hasta hace veinte años la pornografía era algo privado. Incluso cuando se daba en cines de acceso público era algo que se mantenía en las sombras. Ahora la pornografía en todas sus variantes está ahí a un click de distancia. Hay una democratización del acceso y al mismo tiempo un hastío. En esta línea es que mi trabajo propone que Internet democratiza también el objeto y el consumo, o al menos la oferta. El dicking implica primero una vuelta a la privacidad frente a la expansión de la pornografía en el ámbito público y después el hecho de que hay hombres que deciden pornografiarse a sí mismos, o sea, deciden cosificarse. Mientras las mujeres siempre lucharon por salir de ese lugar, y las feministas luchan contra esa fragmentación que cosifica –ejemplo, la mujer no es sus senos, o su boca, o su culo, es mucho más–, el hombre se presta a ese recorte y se ofrece. Esa reciprocidad no existía antes de esta manera.

Estoy convencida de que los estudios de género y sus derivados tienen que ayudarnos a estar mejor en el mundo, a enfrentar los cambios tecnológicos y no tecnológicos que nos propone la sociedad.

¿Tenés una beca para financiar tu tesis? ¿Qué pensás que aporta al conocimiento una tesis como esta?

No, no tengo una beca. Presenté el proyecto en CONICET pero no logré su ayuda financiera y sabía que iba a ser así. Entiendo a donde va tu pregunta y la verdad es que no tengo muchas respuestas pero, aunque mi tema puede ser sorprendente, hoy podrías hacer la misma pregunta sobre un montón de otras tesis de doctorado que se están escribiendo con base en mi facultad, muchas de ellas sí financiadas con becas UBA o del CONICET. El ejemplo que siempre doy es el de los superconductores. Hoy son imprescindibles para la vida cotidiana, para los transportes y la industria aeroespacial, pero cuando se los descubrió eran apenas el juguete de un grupo de físicos universitarios de los Estados Unidos. Otra referencia posible, más cercana, podría ser Freud o el psicoanálisis, que en algún momento fue experimental, acotado y resistido, y hoy es masivo. Finalmente creo que todos podemos sacar provecho de estudiar cómo vemos y representamos nuestro cuerpo en Internet. Estoy convencida de que los estudios de género y sus derivados tienen que ayudarnos a estar mejor en el mundo, a enfrentar los cambios tecnológicos y no tecnológicos que nos propone la sociedad, muchas veces violentos o incompresibles, y sobre todo a entender mejor por qué hacemos lo que hacemos./////PACO