I
La era digital, entre múltiples avances que sería tedioso destejer siquiera brevemente, ha traído para las sociedades, además de una nueva esfera de socialización, nuevos parámetros de jerarquización y diferenciación entre los individuos dentro y fuera de las pantallas. Al sinfín de parámetros que tamizan la sociedad -el nivel educativo, el nivel económico, la salud, la salud mental, los derechos- se ha agregado, también, la alfabetización digital. Y aunque el nombre parezca remitir a habilidades tan básicas como poder leer y escribir en internet, el concepto engloba otras cuestiones cognitivas complejas tales como localizar, organizar, entender, evaluar y analizar información en el contexto digital. La definición es corta pero operativa. En la era digital y de las redes sociales, internet se ha convertido en el espacio donde los individuos socializan, se expresan, militan, se informan y, sobre todo, representan su realidad y subjetividad ejecutando deberes cívicos y ciudadanos y, en términos del filósofo Boris Groys, donde también se “mercantilizan” a sí mismos en la dimensión laboral y en la de las relaciones humanas.
Una nueva dimensión de jerarquización siempre se traduce en una nueva dimensión de exclusión. Y en este punto conceptos como la «brecha digital» funcionan para traducir la desigualdad.
Pero como todos sabemos, una nueva dimensión de jerarquización siempre se traduce en una nueva dimensión de exclusión. Y es en este punto donde conceptos como la «brecha digital» funcionan para traducir la desigualdad entre quienes tienen (y no tienen) no solo acceso a internet, sino también a un nivel deseable de alfabetización digital. Según el INDEC, casi el 80% del acceso a internet se concentra en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en las áreas urbanas de la provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. A la brecha existente al acceso a servicios básicos entre áreas urbanas y rurales, el siglo XXI ha añadido por lo tanto una nueva. Por lo tanto, en un mundo hiperconectado y donde gran parte de nuestra ciudadanía pasa por el contexto digital, ¿no se volvió internet una necesidad tan básica para los ciudadanos como lo son otras cuestiones indispensables como el agua y la energía? ¿Y si el acceso a la web tuviera entonces que ser garantizado a la totalidad de la población?
“La forma más eficiente de resolver la brecha digital es que el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires brinde Wi-Fi gratis en todo el territorio de las villas de la ciudad, tal como ha avanzando en los grandes espacios públicos y en el subte”, dice Rafael Klejzer.
II
En esta línea de ideas, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en su resolución del 27 de junio de 2016, reconoció el acceso a internet como un “derecho humano”. A partir de esa designación, Naciones Unidas solicita a todos los Estados que hagan lo posible por cerrar las múltiples formas de esa brecha digital, fomenten la alfabetización digital y faciliten el acceso a la información, una herramienta importante para la promoción del derecho a la educación. A pesar de las múltiples expresiones de rechazo hacia la “política” y los posicionamientos ideológicos que la mayoría de los “gurúes de internet” ha manifestado, evadiendo siempre cualquier relación directa con el Estado, son esos mismos Estados los encargados, desde hace décadas, de hacer las inversiones en infraestructura para que sus redes sociales lleguen a las pantallas de los usuarios/ciudadanos. En esta dirección, el Plan Nacional Argentina Conectada y Conectar Igualdad tuvo como objetivo universalizar el acceso a internet y “fomentar la inclusión digital”. En los últimos años, al mismo tiempo, empezaron a discutirse las regulaciones y las políticas específicas en materia de internet. Por ejemplo: se presentaron distintas iniciativas legislativas que proponen declarar internet como un servicio público para garantizar un marco que regule el derecho al acceso. Entre las acciones más llamativas puede mencionarse la que Rafael Klejzer propone desde el Movimiento Popular La Dignidad (MPLD).
¿No se volvió internet una necesidad tan básica para los ciudadanos como lo son cuestiones tan indispensables como el agua y la energía?
Como parte del Ingreso Básico Universal, la propuesta de Klejzer es la unificación de los diferentes programas sociales con una propuesta que, en lo que respecta a la web, permita a quien perciba ese ingreso básico universal -destinado a mujeres sostén de hogar, jubilados, jóvenes y cualquier persona bajo la línea de pobreza- acceder a una tarifa diferenciada o gratuita de internet a través de cualquiera de los prestadores de servicio con llegada a los barrios. En definitiva, el objetivo es que internet tenga una tarifa social como el gas o el agua en las zonas más retrasadas del país. “Existe una clara división entre los que acceden a internet y los que no pueden hacerlo. Entre los que tienen acceso permanente y los que solo pueden acceder parcialmente. Entre aquellos que deben hacer una fuerte erogación para acceder o su costo implica un porcentaje importante de sus ingresos y los que los gastos de acceso a internet no son representativos en su economía doméstica”, dice Klejzer, para quien “la forma más eficiente y económica de resolver la brecha digital es que el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires brinde Wi-Fi gratis en todo el territorio de las villas de la ciudad, tal como ha avanzando en los grandes espacios públicos y en el subte”.
Como parte del Ingreso Básico Universal, la propuesta de Klejzer es la unificación de los diferentes programas sociales para permitir a sus beneficiarios el acceso a una tarifa diferenciada o gratuita de internet.
III
Sin embargo, internet está muy lejos de ser la panacea que sus más optimistas impulsores pretenden. Con sus trolls, sus redes de pornografía infantil, el tráfico de armas en la deep web, el streaming de asesinatos y la proliferación de noticias falsas -un hecho que las recientes elecciones norteamericanas han puesto en foco-, toda propuesta de universalización del acceso a internet que no contemple un debido programa de alfabetización digital para que la nueva masa de individuos incorporada pueda evaluar, valorar y jerarquizar el volumen de información a la que estará expuesta correrá el riesgo, también, de universalizar los “vicios” de la red. “En las villas, por las condiciones económicas de sus habitantes o las dificultades sociales y urbanas para el acceso a las prestadores de servicios, la conexión a internet es desigual en relación al resto de la Ciudad. El sector de la población que más atención y concentración debería tener por parte de la comunidad y el Estado es justamente la población que se encuentra con mayores dificultades de acceso a los servicios, entre ellos, el de internet”, explica Klejzer. Propuestas como la suya, en ese sentido, podrían significar un avance concreto hacia la democratización de la información. Es decir, un piso tecnológico garantizado desde el cual la horizontalidad de nuevos mensajes subjetivos pudiera reformular los términos de la realidad inmediata de quienes suelen ser el objeto y no el sujeto de distintos análisis y demandas////PACO