1. A poco de la entrega de los premios de la Academia, los Oscar, el premio más prestigioso de la industria del cine en Hollywood, ya se desató la polémica. ¿Por qué? Por algo tan propio de la cultura norteamericana como lo son las armas, las hamburguesas y las guerras: el racismo. Todo empezó el 14 de enero cuando se anunciaron las nominaciones y los sectores más aburridos y aficionados a la corrección política descubrieron con horror que, por segundo año consecutivo, los 20 nominados en las categorías de actuación son blancos. Un director de la talla de Spike Lee, que a pesar de haber estado dos veces nominado y haber ganado el premio honorífico este año, expresó en Instagram su disconformidad con las nominaciones y anunció que no asistiría a la ceremonia de este año. Luego llegó el turno de Jade Pinkett Smith, la esposa de Will, que por medio de un vídeo en Facebook también decidió expresar su decepción por la falta de representación de minorías raciales en la categorías principales y anunció su ausencia en la ceremonia.
Todo empezó cuando los sectores más aburridos y aficionados a la corrección política descubrieron que los 20 nominados en categorías de actuación son blancos.
2. Nos preguntamos. ¿Hubo racismo? Puede ser. ¿Quién sabe? Habría que preguntarle a los miembros de la Academia que se ocupan de votar si su exclusión se debe a ello, pero ese no es el punto, lo importante de este caso es lo que nos dice sobre el estado actual de la crítica artística y de los espacios en los que la sociedad busca igualdad. En la era del Me gusta y la selfie la negatividad es vista como algo conflictivo que debe evitarse, solo queda lugar para el narcisismo y el intercambio laudatorio. De esta forma instaura la fantasía de que todos tenemos derecho a exponernos y que todo merece ser mostrado y celebrado. Todos los usuarios de Facebook e Instagram sabemos que no hay un botón de No me gusta. Citando a Mavrakis y Robles “De la mano de los discursos contemporáneos de aspiración igualitaria que, alrededor de los cuerpos, relativizan o castigan cualquier tipo de jerarquización estética se desestiman las diferencias entre lo bello y lo feo”.
Mark Ruffalo, que en un principio se sumó al boicot, finalmente anunció que asistiría en nombre de las víctimas de abuso sexual por parte de la Iglesia.
3. Entonces, si la belleza ya no existe o al menos aspirar a ella es considerado como algo frívolo, lo que importa es la historia de vida, la vuelta al artista, al autor y, por qué no, al actor. Desde luego esto impacta directamente en la crítica, si ya no hay belleza, si ya no hay jerarquías: ¿cuál es su sentido? Y esto es lo que sucede con los premios de la Academia, porque en el fondo los premios no son más que otro ejercicio de jerarquización, de selección, de desmalezar, de crítica. Los premios desmiembran la obra, en este caso una película, en categorías y la analizan por partes, destacando lo mejor. Pero con los reclamos de artistas negros o de minorías por sus propios cupos, espacios como los premios de la Academia se convierten en lugares donde se busca reivindicación y representación social. Will Smith, que esperaba una eventual nominación por su actuación en Concussion, expresó que apoyaría a su esposa en esta cruzada y dijo que ‘las nominaciones reflejan a la Academia, la Academia refleja la industria, y la industria refleja a Estados Unidos’. Lupita Nyong’o, ganadora por 12 años de esclavitud, se expresó de manera similar a través de su Instagram: “Los premios no deben dictar los términos de arte en nuestra sociedad moderna, sino más bien ser un reflejo de lo mejor de lo que tiene nuestro arte para ofrecer hoy en día”.
Es llamativo como personas que se denominar artistas pueden estar tan lejos de casi todos los debates que se han dado sobre el arte. La idea del reflejo se repite entre las expresiones de los indignados. inclusive el nominado este año por Spotlight, Mark Ruffalo, que en un principio se sumó al boicot para finalmente anunciar que asistiría a la ceremonia en el nombre de las víctimas de abuso sexual por parte de miembros de la Iglesia, aseguró que de todas formas apoyaba el boicot porque “las nominaciones no reflejan la diversidad de nuestra comunidad”. Reflejo, reflejo, reflejo. Desde luego, luego de años de debate, la idea de que el arte es un reflejo de la vida, y por extensión de la sociedad, si no ha sido descartada por lo menos se ha llegado a verla con suspicacia. Pero si se ha despojado a la obra de semejante responsabilidad, estos actores propensos a la victimización deciden ir más lejos y de manera insólita buscan que los premios se hagan cargo de ello. Pero si los premios se ocupan de reflejar la sociedad pierden completamente su función de explorar la excelencia, y aunque le pese a Lupita, de dictar los términos de lo que merece ser visto y qué no, para convertirse en otro espacio de promoción y exhibición. El problema racial en la industria de Hollywood es un hecho, hay menos trabajo para actores negros que para actores blancos, pero como bien se expresó Idris Elba, la búsqueda de la diversidad debe estar en el principio del proceso creativo, no en el final.
La única pregunta que se vuelve pertinente es: ¿son los premios, de cualquier tipo, un derecho social?
4. Pero a pesar de todo ese pesado debate, la única pregunta que se vuelve pertinente es: ¿son los premios, de cualquier tipo, un derecho social? Una primera respuesta intuitiva es que no. Los premios Oscar como cualquier otro premio, digan los BAFTA o el Palma de Oro, tienen un criterio estético para elegir a sus nominados y premiados, y cualquiera que siga los premios de la Academia puede reconocer fácilmente aquello que se llama una ‘película Oscar’. Desde luego existe la posibilidad de que algunos votantes de la Academia estén animados desde lo profundo por algún tipo de prejuicio racial pero mientras sean capaces de argumentar sus decisiones, lo otro, lo racial, quedará en la mera anécdota. Si pensamos en términos literarios hay libros que reciben buenas y malas reseñas. Los premios, en cambio, son puramente positivos, seleccionan y alaban lo mejor, nada dicen de aquellos que fueron no seleccionados. Todos conocemos escritores que lloran por una mala reseña, pero a diferencia de los escritores con problemas de autoestima, los actores, al ser grandes comerciantes de sí mismos, saben que cualquier publicidad es buena publicidad. Entonces ¿Qué es lo que más puede dolerle a un grupo de “artistas” (en otro momento discutiremos si el actor realmente es un artista) que por su profesión misma no tienen otra obra para ofrecer más que su vida? Exacto, la indiferencia. Es así como para los actores que fueron ignorados en la premiación es mucha más sencillo levantar la voz, exigir lo que supuestamente les corresponde por derecho, ignorar años de debate, en vez de preguntarse, lo cual es mucho más difícil, ya que la humildad es algo que no sobra, cómo hacer para ser un mejor artista///////PACO